NUVA, La Hormiga

Nuva, La Hormiga es una obra en la que la interacción de sus personajes, sus múltiples problemas y amenazas, y la sagaz e inesperada forma de conquistar sus dificultades nos enseñan, de la forma más amena, poderosos principios espirituales que nos harán confiar en Dios diariamente. Editorial Vida, Vida Music y Piedra Angular presentan a continuación un vistazo de la primera obra literaria de uno de los autores de música cristiana más queridos y respetados de la actualidad. Esperamos que la disfrutes.

1. La Colonia de Syner
Nuva esperaba impaciente su turno en la fila. Conocía bien las ,instrucciones y las cumplía a la perfección, no solo por obediencia sino porque tenía gran interés en demostrar a sus hermanas que era una hormiga habilidosa y responsable. Pero para su desesperación, aquella mañana todo iba bastante más lento de lo habitual y Nuva sentía que estaba a punto de perder los estribos. Casi sin darse cuenta había comenzado a agitar sus pequeñas antenas en todas direcciones, esforzándose por averiguar el motivo de aquel retraso. Era todavía muy joven para comprender exactamente todo lo que estaba sucediendo, pero también era lo bastante suspicaz como para darse cuenta de que ocurría algo extraño en el hormiguero. Volvió un instante la cabeza para mirar a Necko, que caminaba dos puestos detrás de ella en la fila, pero este solo examinaba el suelo mientras bostezaba. Seguramente estaría soñando despierto otra vez, sumergido en esa especie de estado sonámbulo tan característico de él y que tantas veces le hacía ser blanco de las bromas de sus compañearas. ¿Cómo podía abrir tanto la boca?... No lo entendía.
Necko era el mejor amigo de Nuva. Nunca soñaba por las noches pero sin embargo era capaz de soñar despierto, con los ojos clavados en algún punto fijo durante minutos, y relatar después con todo detalle lo que había soñado. Esa singularidad le había hecho ganarse la fama de zángano en la colonia, por lo que todo el mundo se refería a él cariñosamente en masculino, aunque en realidad era una hormiga obrera al igual que Nuva. Y de hecho era tan eficiente como cualquiera de sus hermanas y compañeras de hormiguero. Nuva incluso estaba segura de que en su generación no había una hormiga más competente que Necko. Aunque aparentemente su constitución no era demasiado fuerte, podía transportar casi el doble de peso que ella. Ambas tenían exactamente la misma edad y su amistad comenzó el mismo día en que abrieron los ojos a la luz por primera vez. Desde entonces, como todas las demás hormigas jóvenes, se dedicaban a buscar y traer alimento fresco para sustentar los huevos, pupas y larvas, en el nido.
Cada hormiga tenía a su cargo una cría específica a la cual debía cuidar y alimentar. Nuva ponía mucho esmero en esta labor y además se sentía especialmente privilegiada, ya que el huevo que estaba bajo su custodia le había sido asignado por orden expresa de la Reina Nedyarín, soberana de Syner, y tal honor era demasiado grande como para descuidarse lo más mínimo en su tarea.
Pero, aunque ella no lo supiera, todo el mundo tenía esa misma sensación en Syner. El trabajo estaba muy bien calculado y organizado. Nadie estaba inactivo y todos tenían una función que cumplir. Probablemente por eso Syner se había convertido en tan poco tiempo en la comarca más grande y fructífera de Lasius-Niger. Había extendido sus fronteras en todas direcciones llegando hasta el mar por el noreste, donde poseía una pequeña ciudad flotante llamada llier, más allá del tenebroso Mole-Gulda. Su reputación llegó a ser tan conocida que incluso en la lejana y poderosa provincia de Linema-Feidol se hablaba de ella, lo cual no agradaba en absoluto a la reina Lasger, quien veía peligrar su economía y no estaba dispuesta a permitir que nadie le robase la supremacía sobre la isla (y mucho menos una colonia insignificante del Sur que, además, era tributaria). Lasger odiaba a Nedyarín por diversas razones y no soportaba la idea de que su reino creciese de forma tan espectacular. Pero Nedyarín no tenía ningún interés en una confrontación personal con ella, al menos por el momento y a pesar de sus progresos, continuaba pagándole religiosamente sus impuestos al igual que todas las pequeñas colonias de Lasius-Niger.
Sin embargo no siempre había sido así. Diez años atrás, cuando Syma y las primeras hormigas se asentaron en la isla y fundaron Myrmeskol, la situación era muy diferente. Todos compartían el territorio y vivían en paz bajo una misma bandera. Fue después de la rebelión de Wurma y los suyos, cuando Myrmeskol quedó dividida en dos provincias: Linema-Feidol, gobernada por Wurma, principal instigadora y artífice de la separación, y Lasius-Niger, gobernada por Syma y el cuerpo de consejeros antiguo. Y durante todo el tiempo que Syma reinó sobre Lasius-Niger, la provincia prosperó porque se mantuvo firme y unida. Pero a su muerte, en la segunda estación del año tercero, se inició la desintegración de Lasius-Niger, que quedó dividida en numerosas colonias independientes, todas ellas enemigas entre sí, lo cual supo aprovechar muy bien Wurma para intentar hacerse fuerte sobre la isla. Poco a poco, de una forma muy sutil, fue presionando, amenazando y obligando una por una a las colonias a firmar acuerdos con ella, a través de los cuales Linema-Feidol garantizaba la paz y protección contra cualquier ataque, a cambio del cobro de un impuesto. De esta manera, la provincia de Linema-Feidol se convirtió en una especie de policía y a la vez recaudador de impuestos sobre Lasius-Niger y sus colonias, entre las cuales estaba Syner, asegurándose con ello el dominio sobre toda la isla. No obstante, nunca acudía en ayuda de nadie por lo que los ataques entre las colonias se daban con bastante frecuencia. En realidad, el cobro del impuesto no era más que un chantaje para evitar ser invadido por las tropas de Cinema-Feidol. El deseo y la ambición de la reina Lasger, cuando sucedió a Wurma en el trono, era no solo mantener esa situación sino incluso terminar conquistando todo el territorio para unificar una vez más la isla, bajo la insignia de Linema-Feidol. Y en ese sentido, Nedyarín y el crecimiento de Syner empezaban a preocuparla.
Pero a Nuva no le interesaban en lo más mínimo todos esos temas de los adultos. No sabía ni entendía nada de guerras o conquistas, y lo único importante para ella era cumplir con su obligación aquella mañana.
De repente la fila se movió y Nuva sintió que su nerviosismo crecía. Ahora podía escuchar claramente a Berto, el Jefe de Despensa, y notó que sus gritos y aspavientos eran más escandalosos que de costumbre. A medida que avanzaba, era cada vez más consciente de la inquietud general que había en el ambiente, aunque no acertaba a descifrar de qué se trataba.
"Esto no es normal, se dijo, algo está pasando".

2. Un regreso victorioso
Y efectivamente, a pesar de la inexperiencia sus sensaciones no la engañaban. Aquella mañana se respiraba en el aire la excitación lógica de un día de guerra.
Las batallas entre colonias eran muy frecuentes, y durante el año se producían continuos ataques e incursiones a todas las comarcas. El propósito del ejército atacante podía ser variado. A veces se trataba de conquistar e invadir la colonia en cuestión, o en ocasiones era solo cuestión de estrategia para ampliar el territorio y cambiar la frontera de sitio. Pero cuando no se conseguía el objetivo principal, se cambiaba rápidamente el plan sobre la marcha y se buscaba alguna otra excusa para ganar terreno. Siempre se intentaba hacer prisioneros para reclutarlos posteriormente y utilizarlos como esclavos en la colonia.
En Syner, este llegó a ser prácticamente el único motivo para la guerra, ya que habían crecido tanto que necesitaban aumentar periódicamente el número de obreras para hacer frente al trabajo y a la producción.
No mucho tiempo atrás, cuando la colonia todavía era pequeña, los Syneren (así se llamaban los habitantes de la colonia), habían salido a la batalla en múltiples ocasiones para invadir otros poblados o para extender los límites de su comarca, y cuando lo hacían, el resplandor de Kyrianer les acompañaba y les daba coraje a la vez que infundía temor al corazón de sus enemigos. Pero con el paso del tiempo la Reina Nedyarín, a través de su sabiduría y bien hacer, consiguió guiar al pueblo con mano firme en todas las batallas y cosechó numerosos triunfos, que ayudaron a que la colonia se asentara de una forma definitiva y no tuviera ya necesidad de conquistar más terreno. Ahora solo se dedicaban a defender su propio territorio de los ataques exteriores, que por otro lado no eran muchos y, aunque poseían uno de los ejércitos más poderosos de Myrmesko1, solamente lanzaban pequeñas acometidas puntuales cuando era realmente necesario reclutar obreras.
Aquella noche se habían realizado dos incursiones en territorio enemigo con éxito absoluto y sin que se contabilizaran bajas entre los soldados, con lo cual se producía por enésima vez una nueva victoria para las tropas de Syner. En esta ocasión las comarcas perjudicadas habían sido Skuner y Rep, al noroeste y noreste respectivamente.
La operación se había llevado a cabo bajo el más riguroso secreto. En realidad el plan era reclutar obreras de Skuner, pero al atravesar el frondoso bosque Mole-Nir los soldados toparon con un contingente de Rep que intentaba penetrar en Darla y combatieron contra ellos en el bosque. Después de derrotarlos aún tuvieron fuerzas y ánimo para irrumpir en Skuner y reclutar a un buen número de trabajadoras. Por eso, cuando las tropas regresaron al completo trayendo toda una legión de prisioneros con ellos, ya nadie pudo impedir que la noticia se extendiese como un río por todo el poblado. Además, una vez cumplida con éxito la misión ya no había ningún motivo para la discreción, sino todo lo contrario. Los temibles e incansables guerreros de Syner regresaron cantando al ritmo de los tambores, según su costumbre, y sus voces traían la alegría, el alborozo y el amanecer sobre la colonia.
Nuva, que nunca antes había escuchado un cantar semejante, sintió una sensación extraña en el estómago. Mientras esperaba sobre el puente con su recipiente entre las manos descubrió de pronto a los soldados y salió un instante de la fila, embrujada, para observarlos un poco mejor. ¡Cómo deseaba crecer rápidamente y ser como uno de ellos!
Necko llegó hasta ella y se detuvo a su lado.
-¡Guaaauu! -dijo, contemplando a las tropas que desfilaban en perfecta formación por el pasadizo principal bajo el puente-. ¿Dónde habrán estado?
-Habrán salido de expedición por el Mole-Nir para buscar comida...
-¿Comida? -preguntó Necko rascándose la cabeza. -Mira -dijo Nuva señalando entusiasmada con el dedo hacia la base del puente-, parece que han traído a otras hormigas de visita.
-¿De visita? -replicó su amigo-. Nadie viene a Syner de visita. Aquellos más bien parecen prisioneros. Mira como caminan sin levantar la cabeza. ¡Son obreras reclutadas!
-¿Quieres decir que regresan de una batalla? -preguntó Nuva entusiasmada.
-Yo diría que sí.
-¿Y cómo lo sabes?
-Porque todo lo que entra por debajo de este puente es propiedad de Syner, y esas obreras no han nacido aquí, así que han sido reclutadas en algún otro lugar.
Hablaba con absoluta seguridad, como si no tuviese la más mínima duda de que lo que estaba diciendo era cierto, aunque en el fondo era solo una corazonada. Nuva también presentía que aquellos pequeños guerreros de color rojizo eran prisioneros, pero ella era más cautelosa a la hora de expresarse. De alguna manera le gustaba hacer hablar a Necko y disfrutaba escuchando la lógica apabullante de su amigo. Ese era su estilo y quizá por eso se llevaban tan bien.
Mientras su amigo seguía explicándose, Nuva se fijó en una pequeña gota de agua que resbalaba por su cabeza. Evidentemente había varias goteras en el techo del hormiguero y en algún momento Necko había pasado por debajo sin darse cuenta. A medida que hablaba, la gotita se iba desplazando sobre su cráneo de un lado hacia el otro según se movía en una u otra dirección al gesticular. Cuando estaba a punto de caer, de pronto el charlatán cambiaba de postura y la gota se recuperaba volviendo a recorrer el mismo camino pero en dirección opuesta. Nuva empezó a prestarle más atención a la gota de agua que a la conversación. ¿Por qué lado acabaría cayendo? Si lo hacía a su derecha terminaría en el recipiente que llevaba en la mano, pero si caía a su izquierda volaría puente abajo perdiéndose en el vacío, para estrellarse finalmente contra la cabeza de alguno de los prisioneros que desfilaban por debajo de ellos. Sólo era cuestión de un leve movimiento de cabeza.
-Cuando seamos soldados... -continuó Necko, pero en aquel preciso instante sonaron los tambores por encima de ellos y la Reina apareció en el balcón real, cubierta con un sencillo vestido de color azul y luciendo su habitual diadema dorada en la frente.
-¡Vamos! -gritó Nuva al verla, asiendo a Necko por una antena y regresando a la fila-. ¡No deberíamos estar aquí!
Y mientras volvía rápidamente a su lugar, pensó que jamás había visto una criatura más bella que Nedyarín.

3. El Accidente.
Pero además de su hermosura, sabiduría y bondad, a la Reina fea se le atribuían ciertos poderes sanadores, que hacían de ella una figura emblemática, querida y a la vez misteriosa. Fueron muchos los príncipes que la desearon a causa de su belleza, pero sola mente dos de ellos, Sgolar y Kyrianer, llegaron realmente a pretenderla y a luchar por ella, en uno de los combates cuerpo a cuerpo más memorables de la historia de Myrmeskol. El príncipe Kyrianer derrotó a su contrincante convirtiéndose así en esposo de Nedyarín y futuro padre de Syner. Y la Reina fue feliz a su lado y le amó con vehemencia hasta el día de su trágica muerte en el Mole-Gulda. La reina Gerlin vino para comunicarle personalmente la fatídica noticia y desde entonces juró lucir siempre una diadema dorada en su frente al comparecer en público, en memoria de Kyrianer, su esposo y rey.
Y aunque dominaba perfectamente el arte de la oratoria y el pueblo siempre la escuchaba de buen grado, en esta ocasión la Reina no quiso hablar. Con mirada serena contempló las tropas de soldados y saludó con una leve inclinación de cabeza al General Dongo, quien había estado al frente de la operación. Sus ojos se detuvieron un instante sobre los prisioneros y después, ante el silencio respetuoso de todos, se retiró al interior con cierta prisa, sin decir nada. Y entonces, como si aquel gesto fuese la señal esperada, los tambores volvieron a redoblar festivamente y todo el pueblo estalló en un grito de alegría. Sin que nadie dijese una sola palabra, los Syneren habían captado el mensaje esencial de aquella mañana: En una operación arriesgada y brillante, las tropas habían reclutado nuevas obreras, asegurándose una buena producción para el invierno entrante. La Reina estaba complacida. Era el momento de celebrarlo.
Fue así como, sin previo anuncio, aquel día se convirtió en una fiesta de celebración por la victoria conseguida sobre el campo de batalla. Pero a la vez el trabajo se veía duplicado en todas las áreas del hormiguero y muy en especial- en la cocina donde Berto, el Jefe de Despensa, no daba abasto. Sus ojos saltones, típicos de la gente de Ramis, echaban chispas mientras intentaba racionar la comida y dosificar las existencias para todos. Resultaba gracioso verle enfadado, con su hinchado vientre balanceándose sobre sus flacas patas traseras, agitando con energía las antenas y dando órdenes a todos. Parecía ser el único que no participaba de la alegría general.
-¡Como si no hubiese ya suficiente trabajo en la cocina...! -chillaba, mientras llenaba los pequeños recipientes por un lado y los repartía por el otro con gran habilidad-. Ahora quieren organizar una fiesta. iY encima hay que hacer una dieta especial para los heridos! ¡Me voy a volver loco! Pero esta vez presentaré mis quejas a la Reina ¡Ya lo creo! Esta vez no me callo...
Y entre el desorden se escuchaban algunas voces de protesta:
-¡Un día es un día, Berto!
-¡No te pongas así!
-¡Parece mentira que no te alegres!
-¡Yo te voy a decir lo que parece mentira! -contestó Berto-. Parece mentira que no haya ni una sola mente sana en Syner que tenga consideración con esta pobre hormiga. ¡Esto no tiene nombre! Claro que a vosotros os da lo mismo... con tal de tragar y tragar... ahora que ésta vez, yo presento mis quejas ante la Reina ¡Ya lo creo que sí!
-Vamos amigo -dijo un fornido guerrero de rostro noble, tocando cariñosamente una de las antenas del Jefe de Despensa mientras extendía una mano para recibir su porción-. Eres el mejor cocinero de toda la región. Cuando vivías en Ramis no tenías tanto trabajo porque no eras tan bueno como ahora. Pero has aprendido a sobrellevar la presión, por eso estás aquí, porque eres el único que merece ocupar este lugar... cualquier otro no lo soportaría.
Se hizo el silencio y el rostro de Berto se iluminó por un instante con una sonrisa gordinflona, al descubrir a su amigo, el Capitán Grufin. Intentó disimular su alegría y luchando inútilmente por contener la sonrisa, le gritó:
-¡Lárgate bribón! ¿Cuántas guerras hacen falta para acabar contigo?
Y todos rieron porque conocían a Berto y sabían bien que su corazón era aún más grande que su vientre.
Nuva absorbía todo como una esponja y era consciente de que estaba empezando a asimilar información nueva y desconocida para ella: Prisioneros, heridos, la guerra...
Eso acrecentaba aun más su curiosidad y la ponía muy nerviosa, pero no estaba dispuesta a dejarse entretener por nada ni nadie. Tenía una tarea que llevar a cabo y en su opinión, ya había perdido bastante tiempo. Se sentía mal de pensar que la Reina la hubiese visto asomada al puente en vez de estar esperando pacientemente en la fila, como debería ser.
Con decisión, dio un paso al frente, entregó su recipiente vacío y recogió su porción de comida fresca para la cría. Después, sin prestarte la más mínima atención a Berto y sin hacer ni una sola pregunta, cosa por otra parte bastante extraña en ella, se dirigió a toda prisa hacia el puente que la llevaría de regreso hasta la entrada del nido, el lugar más profundo de todo el hormiguero, donde estaban las crías. Ya habría tiempo después de celebrar y de escuchar esa extraña historia de los heridos y de los soldados.
Estaba tan obsesionada con la idea de llegar pronto que, en su afán de adelantar a las otras hormigas que también volvían, no reparó en que se estaba acercando petigrosamente al borde del puente. Ni siquiera oyó a Necko, que la llamaba a voz en grito mientras corría detrás de ella, intentando alcanzarla.
Y ocurrió tan rápido que nadie pudo reaccionar a tiempo. Nuva resbaló y quedó colgada de sus dos manos en el borde del gran puente.
-¡Aguanta, Nuva! -gritaba Necko, que lo vio todo perfectamente-. ¡Ya casi llego! ¡Aguanta!
Y hubiese podido aguantar un poco más e incluso reponerse del susto y trepar hasta la superficie del puente, de no ser porque el pequeño recipiente de comida comenzó a resbalarse entre sus patas traseras. Nuva no quería perderlo y soltó una de sus manos para ajustarlo mejor, pero al hacerlo, se balanceó peligrosamente durante un segundo y después desapareció en el vacío con un chillido agudo.

4. Necko
En aquel momento nadie supo que se forjaba una leyenda. Nadie imaginaba que aquel día quedaría reflejado en las crónicas de Syner como "El día del milagro'; y que durante semanas no habría otro tema de conversación en la colonia. Aún muchas estaciones después se seguiría recordando aquella mañana turbulenta... y aquella tarde milagrosa. La historia se extendería por todo el territorio de Lasius-Niger añadiendo aún más fama y prestigio al nombre de la Reina Nedyarín y su poder en Syner. Pero en aquel instante las emociones se agolpaban y confundían los ánimos hasta el punto de enfrentar a unos contra otros en discusiones absurdas y sin sentido.
Lo cierto es que cuando Nuva cayó, fue como si una oscuridad espesa descendiese sobre los corazones y los paralizara. En un minuto se pasó de la euforia de la celebración, a la desgana y al pesimismo por el fatídico accidente y durante algunos momentos reinó el desconcierto general en la colonia, ya que ninguno sabía si sería correcto continuar celebrando o si se debería hacer duelo y en cualquier caso, a nadie le quedaron muchas ganas de fiesta. Todos esperaban que la Reina hiciese acto de presencia sobre el viejo puente desde donde solía dirigirse al pueblo cuando había alguna decisión importante que comunicar, y que diese alguna instrucción, algún consejo o alguna palabra de consuelo y dirección en medio de tanta incertidumbre. Pero la Reina no compareció en todo el día y lo que más inquietaba a todos, nadie fue capaz de decir dónde estaba.
Necko, tendido en el suelo del puente, llamó a Nuva durante una hora entera y después, como si se le hubiese agotado la voz de repente, se levantó con una expresión dura en el rostro. Sin decir una sola palabra se dirigió al pasadizo que circulaba por debajo del puente, a la altura del lugar donde la había visto por última vez, y comenzó a examinarlo. Algunos soldados jóvenes se unieron a él y pronto se organizó un equipo espontáneo de rastreo, que buscaba alguna señal de la pequeña hormiga. Pero a medida que el día avanzaba las esperanzas de encontrarla iban disminuyendo y poco a poco cada uno fue regresando a su labor diaria con resignación. Solamente la voluntad férrea de Necko se mantuvo firme y con él permanecieron otros tres soldados hasta la hora del almuerzo. Fue entonces cuando Dongo, el General del ejército, se acercó y tocándole suavemente en la espalda dijo con gravedad:
-Vamos, pequeña, déjalo ya. No es probable que encuentres a tu amiga.
El General Dongo era de los pocos que se dirigían a él en femenino. Era un militar de conversación sencilla y cordial, pero era tremendamente respetado por su rango y por su reputación. El era la máxima autoridad militar al servicio de Nedyarín.
De repente Necko se sacudió con violencia apartando el brazo del General de su espalda y ante el estupor de todos los presentes, se encaró con él. Era algo extremadamente peligroso atreverse a provocar a un guerrero de la talla de Dongo, y nadie en todo Syner, que estuviese en su sano juicio, osaría hacer algo semejante. De nuevo se hizo el silencio y todos sintieron la tensión en el aire al contemplar aquella pequeña silueta erguida e inmóvil ante el guerrero. Pero Dongo ni siquiera se inmutó y simplemente se limitó a mirar a su pequeño oponente con la tranquilidad y el aplomo de un luchador experimentado, que sabe que no habrá combate.
-Tranquilízate, pequeña... -susurró, y aunque Necko no dijo ni una sola palabra para interrumpirle, pareció como si al general le sucediese algo extraño, ya que se detuvo en seco y no terminó la frase. Lentamente se acercó un poco más a la joven hormiga, examinando su rostro de cerca con mucho interés, y entonces vio claramente el cambio que se había producido en sus facciones. Sus antenas estaban rígidas y los ojos reflejaban esa mezcla de dolor y resolución que el general tan bien conocía y que tantas veces había percibido en el rostro de los soldados, sobre el campo de batalla. Aquella hormiga no era la misma que había visto corriendo horas antes con un recipiente de alimento líquido entre sus patas traseras. Su expresión era distinta, mucho más firme, con una dureza extraordinaria y los que estaban más cerca pudieron percibirlo con claridad. Necko también lo sentía. Había perdido a Nuva en un segundo y el golpe había causado tal conmoción en su interior, que ya nunca sería el mismo. Sin darse cuenta, había olvidado por completo la seguridad del nido que tanto amaba y que hasta ahora había sido su refugio. Aún más, sentía que no necesitaba ninguna protección de nada ni de nadie y que cualquier temor en su corazón se había disipado, dando lugar ahora a un instinto mucho más rudo y violento. Había salido despedido de la dulce adolescencia para convertirse de repente en una hormiga adulta y resuelta.
El General le tocó suavemente la cabeza, y levantando la voz lo suficiente como para que todos le pudieran oír bien, dijo:
-De acuerdo, amigo. Haz como quieras, pero no creo que encuentres aquí a tu compañera. Y además, un soldado debe acostumbrarse a obedecer las órdenes de su superior. Más vale que te vayas haciendo a la idea.
Acompañó la última frase con una pequeña sonrisa y después dio media vuelta y se alejó.
Necko temblaba desde la punta de sus antenas hasta los pies, en primer lugar porque el movimiento brusco de enfrentarse al general Dongo había sido involuntario, y solo se dio cuenta de la locura que había cometido cuando ya no tenía posibilidad de rectificar. Ahora respiraba aliviado y se limpiaba el sudor de la frente mientras observaba como se alejaba el general. Pero al mismo tiempo temblaba de emoción por las palabras que acababa de escuchar, ya que conocía su significado.
A partir de aquel momento ya no sería una hormiga adolescente, ocupándose de llevar alimentos al nido y cuidando de las crías. Ahora ascendería de rango y si había interpretado bien las palabras del general Dongo, se convertiría en un soldado. Aquello era más de lo que podía pedir. Siempre había deseado ser un soldado valiente al servicio de la Reina Nedyarín y hasta soñaba con llegar a ser un alto mando al frente de las tropas de Syner, pero nunca pensó que ocurriría tan rápido ni de aquella forma tan extraña. Por primera vez tuvo la seguridad de que realizaría su sueño. Claro que todavía no había ingresado en las filas del ejército. Era la mismísima Reina la que nombraba a los soldados personalmente y les hacía jurar fidelidad a la corona en una ceremonia religiosa, pero todos sabían que era Dongo quien aconsejaba a la reina en su elección y él parecía tener grandes posibilidades, a juzgar por las palabras del general, quien además le había llamado amigo. Ya nadie se referiría a él en masculino, en una especie de broma cariñosa por su costumbre de soñar despierto. No, ahora todos hablarían de Necko, el soldado, escogido por el general Dongo y nombrado por la Reina. Ya se veía en el día de la ceremonia, vistiendo su traje más elegante y marchando muy erguido al encuentro de Nedyarín para arrodillarse ante el trono y jurar lealtad a la corona mientras escuchaba las voces aclamando a su alrededor:
-iNecko! iNecko! iNecko!
Sintió un tirón en su antena y despertó. El Maestro Nerin estaba a su lado y le llamaba con insistencia. Le tenía agarrado cariñosamente por una antena y le decía:
-¡Vamos, Necko! Es hora de que llenes el estómago con algo. Nuva no aparecerá aquí.

5. El Soldado Azul
¡¡Nuva!! Necko sintió una punzada de dolor en las entrañas al recordar a su amiga. Había vuelto a soñar, ilusionado por las palabras del General, pero ahora que volvía a la realidad tenía que reconocer que, a pesar de lo mucho que deseaba ser soldado, ya nada sería igual sin su pequeña compañera de fatigas. Agachó la cabeza y dijo en voz baja:
-Ve tú, Maestro Nerin. Yo seguiré buscando.
Y su voz sonó diferente, cargada de una convicción tan inquebrantable que convencía a los que escuchaban, o al menos inclinaba los corazones a comprender su punto de vista.
Probablemente por eso los tres soldados se quedaron con él ayudándole durante algunas horas más, hasta que poco a poco se fueron desanimando y terminaron por rendirse a la evidencia. Por fin se quedó solo y optó por sentarse debajo del puente. Tenía la mirada perdida en la oscuridad del pasadizo y sentía una amarga sensación de dolor y tristeza por dentro. Era como si en un segundo toda su vida hubiese dado un giro brusco de forma que ya nunca podría recuperar su pasado. Se veía obligado a soltarlo todo y pensar únicamente en el presente, y aunque se sentía fuerte e intrépido, capaz de enfrentarse a cualquier situación, sabía que nunca volvería a escuchar a Nuva corriendo a su lado y que nunca podrían realizar juntos su sueño común de ser soldados en la misma tropa. No volverían a compartir su merienda ni harían más carreras a través del pasadizo, ni tampoco volverían a reír bajo las estrellas en las pequeñas fugas nocturnas que solían organizar en secreto al exterior. Estaba solo, y no había ningún proyecto o ambición personal que lograse abrigar un poco su corazón del frío de aquella soledad.
Ya era casi de noche cuando se oyeron los tambores que anunciaban la presencia de la Reina sobre el puente, y los Syneren se agolparon en el pasadizo para escucharla. Apareció ataviada con un manto real blanco cuyo borde era sujetado por un soldado que caminaba tras ella. A su derecha estaba el General Dongo, vestido con su traje de gala.
Cuando el silencio fue absoluto la Reina comenzó a hablar, y al escucharla, como en tantas ocasiones anteriores, los corazones recobraron la tranquilidad perdida durante el día. Cuando ella hablaba, era como si el aire del poblado se reciclase y el oxígeno se hiciese más puro... (Saldrá a partir del primero de mayo del 2001)